Quiero dejar huella en el pabellón psiquiátrico

miércoles, 29 de agosto de 2018

tulokitaboderline

Unos pequeños eructos salían después de haber comido dos panes francés con hot. El padre de Elizabeth había traído de Tottus esa mañana del miercoles 29 de agosto. Era las 2 de la mañana del jueves 30, y ella sentada frente a la ventana que daba a una pared de ladrillos, logró divisar la ventana de la casa del vecino. La cuadra 20 de Av Surco estaba oscura. La luz encendida por una bombilla amarilla iluminaba su pequeño rostro. Dormía siempre al lado de la ventana, que daba al tragaluz en medio de dos casas vecinas. Tras una breve pausa se acostó en la cama sin taparse, con los ojos fijos en las estrellas del techo. 'El tesoro' de El Mato A Un Policia Motorizado se reproducía una y otra vez en los audifonos que traía puesto. Camilo Lora se lo había recomendado por Tinder. Elizabeth no tardó en darse cuenta que la canción era una mierda desde el primer momento que la escuchó, pero aún así tenía que gustarle. Soltó un suspiro mientras pensaba lo genial que sería ir a conciertos donde no haya caras conocidas. Pink Floyd vendría a Lima pronto, podría ir y caminar hasta el escenario hechizada con el solo de 'Comfortably Numb' mientras los demás fans se agreden a sus espaldas por querer ir más allá del Campo A. La sonrisa de Elizabeth era tan linda, tan siniestra.

En el concierto recordaría los días en que la psicosis solía caminar por su cuarto, escuchaba sus pasos, sus pequeños piecitos en la madera y le tocaba la ventana, diciendole 'no abras la cortina'. Recordaría las persianas cerradas, con ganchos de ropa puestas evitando que se eleven por el aire. Pensaría en 'American Horror Story'. En lo mala que fue, lo increíble mal que estuvo la producción en la primera temporada. 'Series para gringos de mierda'. Lograría ver a Cámilo vestido con una camisa a cuadros, con los ojos tan brillantes y esa sonrisa tan linda, tan siniestra, tan llena de deseo.

Entonces se preguntó por qué, por qué mierda había comido los panes rancios de la mañana. Si hambre no tenía, y ansiedad tampoco, a pesar de haber vomitado los tres empaques de galletas oreo hace una hora. Su vista se dirigió a su comoda del frente, donde vió el pomo abierto de la quietepina totalmente vacío. Elizabeth sonrío por lo bajo, sonrío debajo de las estrellas del techo. Esas estrellas del vinil flourencente esparcidas como purpurina. Se sintió contenta, tan contenta que podría estar comiendo canchita y viendo coger a Camilo mientras se rascaba la vagina sin ponerse a llorar de la tristeza. Podría estar en el parque hechada en el pasto mientras el cabello se le embarraba de excremento de perro, mirando a un cielo sin estrellas, sin purpurina, tan negro como el ron que traía consigo aunque no le gustara porque lastimaba el estómago podrido que tenía. Podría estar en un telo cogiendo, imaginando que el tipo que estaba penetrandola era Camilo, quien decía su nombre era Camilo, quien la quería era Camilo y no un imbécil de internet. Podría estar en el baño vomitando, arrojando el pan rancio de la mañana hasta que un hilo de sangre cayera al water, cortándose con el gilett o con el filo del cuchillo de mantequilla. Tantas cosas útiles. Pero solo estaba escuchando 'El tesoro' que no le gustaba, pero tenía que soportar sus oídos por 30 segundos más porque forzosamente tenía que gustarle la banda. 'Qué banda de la mierda', pensaba, pero seguía escuchando. Seguía repitiendo en lo negro de la habitación

Es la depresión sin épica

La depresión sin épica 

Cerró los ojos un momento y pensó si realmente le había gustado el pan con hot dog. Sintió una convulsión en el estómago llevándola a vomitar en el suelo antes de tiempo. Se limpió los labios con el papel higiénico que tenía todas las noches para secarse el clítoris después de ver porno lesbico. Soltó un suspiro largo y pensó que banda le gustaría escuchar el viernes a las dos de la mañana: Luis Guzman.